Franciscanos

Los Franciscanos Conventuales son el tronco original de la Orden,
del que brotaron las distintas reformas.

Los Franciscanos Conventuales son el tronco original de la Orden, del que brotaron las distintas reformas. Ya el 5 de abril de 1250, el papa Inocencio IV quiso tutelar la eficaz labor pastoral de los Menores, declarando «conventuales» sus iglesias, es decir, concediéndoles la misma prerrogativa que las colegiatas. Los frailes, sin embargo, no recibieron tal denominación hasta la segunda mitad del siglo XIV, para distinguirlos de quienes se retiraban en los eremitorios, en busca de una mejor «observancia» de la Regla.

Los religiosos que seguían viviendo en los eremitorios, como en los tiempos heroicos de san Francisco, eran muy pocos. La gran mayoría, es decir los frailes «de la Comunidad» estaban en las ciudades, dedicados a la predicación, los sacramentos y la enseñanza. Ello supuso la construcción y ampliación de grandes conventos, como los de Asís, Padua, Venecia, Florencia, Bolonia, Ferrara, Piacenza, Parma, Arezzo, Siena, Pisa, Palermo, Viterbo, Nápoles, Vicenza, Friburgo, Cracovia, Colonia, Würzburg, Viena, Praga, Barcelona, Valencia, Sevilla, París, Oxford, etc. La Orden fundada por san Francisco estaba formada, en gran parte, por hermanos legos, pero, un siglo después de su muerte era una Orden docta y clerical, con decenas de miles de religiosos que servían a la Iglesia en múltiples actividades: pastorales, misioneras, diplomáticas, ecuménicas, universitarias, llegando muchos de ellos a ocupar cátedras episcopales, cardenalicias e incluso papales.

El mantenimiento de grandes conventos no permitía la observancia de la pobreza absoluta, más los papas, interesados en mantener los beneficios pastorales que aportaban a la Iglesia, mitigaron con privilegios y declaraciones la observancia de la Regla. A ello se opusieron grupos de frailes Celantes, Espirituales o Fraticelli, partidarios de una pobreza más radical, sin interpretaciones pontificias, hasta el extremo de acusar a la Orden de relajación en el Concilio de Viena (1311-1312) y de negar al Papa el derecho a interpretar la Regla. Fue por ese motivo por lo que el que el papa Juan XXII (1317-1318) acabó condenando a los fraticelli por herejes.

En la misma línea de los Fraticelli, pero con actitudes y comportamientos más ortodoxos, en 1368 nacieron los Hermanos Menores Observantes o de la Regular Observancia, por obra del beato Paoluccio Trinci. Éstos tuvieron más éxito y fueron creciendo y distinguiéndose cada vez más del resto de la Orden, a veces entre fuertes tensiones, hasta su total independencia (1517). Los Conventuales, mientras tanto, ante la presión de la Observancia, trataron de eliminar los evidentes abusos, pero defendieron y continuaron aquella forma de vida que les permitía desarrollar dignamente las actividades tradicionales que la complejidad de la Orden y la Iglesia requerían. Conviene recordar que, aparte de Nicolás IV (Jeronimo Masci, 1288-1292) que era Minorita, fueron Conventuales los papas Alejandro V (Pitros Philargis, 1409-1410), Sixto IV (Francisco della Rovere1471-1484), Sixto V (Félix Peretti de Montalto, 1585-1590) y Clemente XIV (Lorenzo Ganganelli, 1769-1774).

El imparable crecimiento y separación de los frailes de la Observancia provocó no pocas tensiones entre ambas corrientes de la Orden, ya que éstos, no conformándose con los eremitorios, empezaron a ocupar también los grandes conventos urbanos de los Conventuales y a absorber todas aquellas reformas que preferían seguir sometidas al Ministro General Conventual, como signo de unidad y de comunión con la Orden. En España, los frailes Conventuales o Claustrales fueron suprimidos, a instancias de los Observantes, por los Reyes Católicos a principios del siglo XVI, y por Felipe II en 1568.

Cincuenta años antes, el 29 de mayo de 1517, el papa León X, con la bula «Ite vos», había dividido definitivamente la Orden en dos , obligando a las reformas menores a unirse a los Observantes o a los Conventuales. Fue un duro golpe para los Conventuales, que se vieron obligados a ceder la primacía y el título de Hermanos Menores a los Observantes. No obstante, en el siglo XVII y parte del XVIII, los Conventuales, purificados por las pruebas de siglos anteriores, demostraron una gran vitalidad, como demuestra el testimonio de algunos santos y beatos de aquel periodo. Por desgracia, el franco crecimiento de la Orden fue frenado bruscamente por la Revolución francesa, las desamortizaciones napoleónica y de los gobiernos masónicos del siglo XIX y la supresión comunista de las órdenes religiosas en varios países del este europeo.

Todo ello puso en peligro la existencia misma de la Orden. Muchos religiosos se vieron obligados a secularizarse y gran parte de los conventos fueron transformados en cuarteles, hospitales, escuelas, asilos, cárceles, oficinas, etc. Los casi 30.000 miembros con que contaba los Franciscanos Conventuales en el siglo XV quedaron reducidos, en 1883, a sólo 1481. Sin embargo, desde entonces no ha dejado de crecer y extenderse, sobre todo, ultimamente, en los continentes americano y asiático y en el este europeo, hasta alcanzar el número actual de 4.500 religiosos. Es la rama menos numerosa de la Orden, pero están presentes en todo el mundo.

Los Franciscanos Conventuales están actualmente comprometida con la Iglesia en las más variadas tareas de apostolado, que son expresión de su propia razón de ser. Centenares de iglesias y 19 basílicas -las más antiguas de la Orden- son el campo de acción de una intensa actividad litúrgica y pastoral. La curia general OFM Conv. y los organismos directivos tienen su sede en la Basílica romana de los Santos Doce Apóstoles, confiada a la Orden por Pío II en 1463, después de que la sede anterior, Santa María de Araceli, fuese entregada por Eugenio IV a los Observantes (1445). El corazón de la Orden es, sin embargo, la Basílica de San Francisco en Asís, con el anejo Sacro Convento, declarado «Cabeza y Madre» de la Orden por el fundador de la iglesia Gregorio IX en 1230, en vísperas de la traslación del cuerpo de San Francisco a la misma.

Los Franciscanos Conventuales tienen también a su cargo la Basílica de San Antonio en Padua, meta de peregrinos de todo el mundo y centro de intensa actividad litúrgica, pastoral, cultural, editorial y caritativa; y la Basílica de la Santa Cruz de Florencia, verdadera joya del arte italiano, Santa María Gloriosa «dei Frari» de Venecia; y las iglesias de San Lorenzo de Nápoles y de San Francisco de Bolonia y de Rávena (con la tumba de Dante Alighieri). Ejercen, además, como Penitenciarios Pontificios en la Basílica de San Pedro del Vaticano y regentan la Pontificia Facultad de Teología de San Buenaventura en el Colegio «Seraphicum» de Roma, con su filial de Pádua, el Instituto de Teología «San Antonio Doctor» o Colegio San Máximo. A ello hay que añadir el Instituto Teológico de Asís, agregado a la Facultad de Sagrada Teología de la Pontificia Universidad Lateranense.

En las últimas décadas los Franciscanos Conventuales he redescubierto su vocación misionera, abriendo nuevas Provincias y Custodias en todo el mundo.

El hábito conventual es el tradicional: túnica y capucho gris con la cuerda. En época napoleónica se cambió al negro, pero hoy se viste de gris en varios países de Europa y en el resto del mundo.